“Una de las bandas argentinas más significativas de la música latinoamericana en la actualidad”, reza la escueta biografía que propone Duratierra en su perfil de Spotify. Y aunque cada una de esas palabras no arrastra consigo falsedad alguna, la sensación es que no hacen justicia a lo que supone un grupo (un proyecto, un concepto) como este, capaz de trazar su propio camino sin necesidad de reflejarse en espejos ajenos.

Por Juan Manuel Pairone

De hecho, mientras estas líneas se escriben, suena de fondo A los amores - El folklórico vol. 1, el primer disco de folklore “puro y duro” grabado por esta comunidad musical afincada en Sierras Chicas. Ese trabajo, es apenas una de las artistas posibles de esta banda que cuando dice “música de raíz” no sólo se refiere al rescate de un repertorio clásico: también apunta a renovar y refrescar esos mismos sedimentos.

Por eso, más allá de la sorpresa que implica escuchar a la banda sin la versatilidad y la estridencia de los arreglos de La fuerza (su cuarto disco, lanzado en 2023 y nominado a los premios Gardel 2024), la esencia de mixtura y síntesis de la música de Duratierra sigue allí. Esta vez no es con distorsión ni arreglos de vientos, pero la conexión con lo que se toca y lo que se canta no se negocia.

Disco a disco y show a show, el grupo que comenzó como un proyecto de Micaela Vita y Juan Saraco (y hoy se expande a siete integrantes en total) deja en claro que su camino nada tiene que ver con aquello que vuelve cada vez más superficial a la industria del entretenimiento. Por el contrario, y con la idea de trinchera cultural siempre presente, Duratierra amplifica su carácter de punto de encuentro. Ya no es sólo una banda que hace canciones y discos alucinantes: también es una puerta abierta al disfrute compartido.